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46 años del debut de Maradona: ascenso y caída del genio del fútbol mundial

Miguel Baeza
Maradona, con la camiseta de la selección Argentina, levanta el puño.
Maradona, con la camiseta de la selección Argentina, levanta el puño.AFA
Un 20 de octubre de 1976 debutaba Diego Armando Maradona con Argentinos Juniors. El joven atacante de 15 años, original de Lanús, entró al campo en sustitución de Rubén Aníbal Giacobetti (66), portando la camiseta número 16. La primera vez que tocó el balón fue para realizar un caño a un rival y levantar a la hinchada de sus asientos. El resto, es historia.

“Ese día toqué el cielo con las manos”, dijo Diego con el paso de los años. Tal vez esa fue la cruz del ’10’. Despegó los pies del suelo demasiado pronto. Dijo adiós antes de tiempo al chico alegre de Villa Fiorito, que era feliz jugando con los Cebollitas. Aquél día comenzó su ascenso al Olimpo del fútbol, sí, pero solo para coger impulso en su caída a los infiernos de la vida.

Siempre fue un genio reconocido, pero incomprendido. Ya consolidado en Primera División y más inspirado que nunca de cara al gol, se quedó fuera de la convocatoria de la Selección Argentina para el Mundial de Alemania Occidental de 1978. El primer tropiezo en un crecimiento fulgurante fue como una puñalada en el corazón. Nunca llegó a entender la decisión de Menotti (83).

Logró recomponerse. Se convirtió en el único jugador en ser el máximo goleador del campeonato argentino cinco veces seguidas y rompió la barrera del cielo marcando cuatro tantos a Boca Juniors en un mismo partido. Fue entonces cuando empezó a dilucidarse el auténtico carácter de Diego, imparable, orgulloso, irreverente. A Hugo Gatti (78) se le ocurrió llamarle “gordito” y le marcó un póquer. Era mejor no jugar con el ‘Barrilete Cósmico”.

Desde ese momento subió como un cohete. Su ascenso era imparable. Arrasó en el Mundial Sub-20 de 1979. Fichó por un Boca Juniors al que levantó de la ruina y con el que ganó su único título en Argentina. Debutó en el Campeonato del Mundo en España 1982, donde hizo sus primeras dianas en el torneo de los torneos. Y llegó a Barcelona.

Mural de Diego Maradona en las afueras de Buenos Aires. Pintado por el artista Maxi Bagnasco
Mural de Diego Maradona en las afueras de Buenos Aires. Pintado por el artista Maxi BagnascoAFP

Europa, el comienzo de un camino errático

Tras la Copa del Mundo del 82, el ’10’ se incorporó a la disciplina del FC Barcelona. Por fin llegaba a Europa, pero se dejó embaucar por las distracciones. Lo que debió ser el salto definitivo en su carrera, se convirtió en el final del Maradona que todos conocían. El dinero, una fama que nunca supo gestionar bien y el acceso ilimitado a todo tipo de tentaciones forzaron la caída del astro por debajo de esa tierra que abandonó demasiado pronto.

La llama del de Villa Fiorito fue demasiado intermitente durante su estancia en el viejo continente. Más allá de sus hábitos, tampoco ayudaron las lesiones a que brillase con toda su fuerza. Pocos tobillos han sufrido más en la historia del fútbol que los de Diego. Desde que Andoni Goikoetxea (66) le partió el izquierdo en 1983, durante un FC Barcelona-Athletic de Bilbao, nada volvió a ser igual.

Es cierto que pudo ganar un Mundial (1986), ser decisivo en Nápoles llevándoles a conseguir dos Scudettos y una Copa de la UEFA, y siguió dejando destellos de calidad hasta su retirada en 1997. Sin embargo, todos esos años fueron un calvario a causa de esos tobillos que no le dejaron jugar con consistencia.

Tantos altibajos forjaron una personalidad un tanto particular. Aquellos que le conocieron siempre hablan maravillas de Maradona, pero reconocen que era demasiado difícil cargar con todo lo que suponía ser ‘D10S’. Encontró en las drogas una vía de escape para liberar la presión, pero la adicción empañó la historia del mejor futbolista de todos los tiempos para muchos. Apagaron definitivamente su luz.

El Mundial del 86, su mejor momento

Como todas las estrellas, peleó hasta la extenuación por conservar su luz. Cuando tenía que defender la camiseta albiceleste de la selección argentina, resurgía de entre sus cenizas, cual ave Fénix, y volvía a colocarse en lo más alto del firmamento. No tenía rival. En esas llegó al 1986. Después de ganarse la confianza de Carlos Bilardo (84), el seleccionador por aquél entonces, cegó a todos en el Mundial de México.

Si bien salieron campeones de aquél torneo, reafirmando la creencia popular de que Diego era la reencarnación de Dios en la Tierra, los Cuartos de Final contra Inglaterra le consagraron como el genio del fútbol mundial. Un ‘Barrilete Cósmico’ convertido casi en héroe de guerra tras tumbar a los enemigos de las Malvinas.

Aquél 22 de junio dejó dos goles para el recuerdo y los libros de historia del ‘deporte rey’. Tan especiales fueron que incluso les pusieron nombre: Uno fue ‘La Mano de Dios’. El otro, todos los que lo han visto lo guardan en sus retinas: ‘El Gol del Siglo’. Agarró la pelota en el centro del campo e, irreductible, tras un slalom de más de 50 metros, batió al guardameta británico con la finura de un ‘Lord’ inglés.

Apareció dos veces más en el torneo más importante de todos. En el 90 sufrió el duro golpe de perder en la Final frente a la Alemania Federal dirigida por Franz Beckenbauer (77). El de Estados Unidos 1994 fue su último Mundial y su descenso definitivo al averno. En el país americano dio positivo en un control antidopaje y el final de su carrera se precipitó.

Diego Maradona centra el balón durante el Argentina-Inglaterra del Mundial de México 1986
Diego Maradona centra el balón durante el Argentina-Inglaterra del Mundial de México 1986AFP

Un final prematuro

El 25 de noviembre del 2020, con solo 60 años, el ‘Pibe de Oro’ se apagó. Su corazón no aguantó más y colapsó. Un corazón enorme que no pudo soportar por demasiado tiempo el peso de tener que ser Maradona. La adicción, la maldita adicción, cortó las alas a un Diego que no gozó de plenitud en el final de su camino.

Nosotros le recordaremos como el ‘Pelusa’. Flotando con la pelota por el campo. Debutando con argentinos a los 15 años. Haciendo al Nápoles el mejor equipo de Italia. Tocando la pelota en el calentamiento y recordando que “no se mancha”. Levantando la Copa del Mundo.

“No importa lo que has hecho con tu vida Diego. Importa lo que hiciste con nuestras vidas”.