No es fácil ser portero. Cualquier error se nota mucho más que a los jugadores de campo y puede llegar a penalizar gravemente al equipo. No es lo mismo fallar un gol y que el marcador permanezca inalterado a que te equivoques y el balón acabe besando tus propias redes encajando un gol en contra. De ahí que hace muchos años se hablara de cierto grado de locura que había que tener para ponerse de guardameta.
Sin embargo, Courtois está muy cuerdo. Tanto que es la estrella silenciosa del Real Madrid. El éxito del equipo blanco la pasada temporada, con el doblete de Liga y Champions, tuvo mucho que ver con sus guantes, con sus paradas, con sus intervenciones. Más de una y más de dos veces salvó a su equipo.
Es un arquero que da puntos y títulos. Ante el Chelsea, en la ida de los cuartos de final (2-0), el Madrid ganó porque, entre otras cosas, tuvo al belga bajo palos. A los dos minutos, con la colaboración de Militao, evitó que Joao Félix anotara el primero. Un minuto después del gol de Benzema, sacó todavía un remate más cercano, más difícil, más de gol a Raheem Sterling. El inglés no se podía creer cómo un tipo de dos metros se tiró con la agilidad de un meta de balonmano para desviar su remate a medio metro de la portería.
"Han tenido un buen arranque con buenos contraataques, pero he conseguido hacer buenas paradas antes del gol. Con el 1-1 hubiera sido un golpe mental. Estoy contento con la parada a Sterling, he estado bien ahí", reconocía tras el partido.
El primer atacante
Courtois no es sólo un gran guardameta, el mejor del mundo según la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol, y también por la revista France Football que otorga el premio Yashin. Es también el primer atacante para Ancelotti.
Son varias las ocasiones en las que ha montado contragolpes con su potencia en el saque o bien ayudando a sus defensas a sacar la pelota jugada. También en eso se ha convertido en un maestro.
Los elogios se los seguirán llevando otros, pero siempre porque Courtois les protege sus espaldas.