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México ratifica a Jaime Lozano hasta el Mundial: dos años para intentar cambiarlo todo

Francisco Espinosa Garcia
Jaime Lozano, con México
Jaime Lozano, con MéxicoAFP
Tras quedar fuera de la Copa América, y en medio del festejo ecuatoriano en la cancha del State Farm Stadium de Phoenix, Arizona, Jaime Lozano llamó a sus dirigidos y les pidió hacer un círculo mientras se abrazaba con ellos. En el mismo tono educado y sin prisa de siempre, Lozano comenzó a dar unas palabras, mientras los jugadores mexicanos mantenían la mirada clavada en el suelo.

Esa imagen, digna de un grupo en medio de un retiro espiritual, define perfecto lo que ha sido la gestión del entrenador al frente del seleccionado mexicano, desde que fue designado oficialmente para el puesto en agosto de 2023. 

Con una filosofía de libertad y amistad en el grupo por encima de todo, para estar acorde con la idiosincrasia del futbolista mexicano, harto de presiones y más apegado a sentirse querido, Lozano intentó sin éxito generar un equipo que pudiera ilusionar a una afición entrañable que ve, con gran dolor, como su pasión en las gradas no está bien representada en la cancha. 

En tres partidos de esta Copa América 2024, Lozano terminó por darles la razón a sus detractores que veían en el entrenador poco bagaje para hacerse cargo del Tri y encendió la alarma pasional de la gente, que ve cómo una vez más los sueños de competir en una justa mundialista para 2026, y en casa, se van dilapidando con un nuevo fracaso. 

En esa fase de grupos terrorífica, en la que México solo pudo anotar un gol y ganar un solo partido, Lozano se decantó mucho más por aferrarse a su idea rígida futbolística, a pesar de cualquier adversidad, y terminó por hundirse en un barco carente de competitividad con futbolistas que, en su mayoría no están acostumbrados —ni quieren estarlo- a presiones mayúsculas del más alto nivel. 

No es culpa de Lozano ese pozo en el que se ha metido México gracias a sus directivos, al poco desarrollo de talentos en la mayoría de los clubes y a la desesperante apatía de los futbolistas a querer trascender en ligas europeas, aunque esto signifique sacrificar un poco su cartera. 

Tampoco es culpa del entrenador que México, tal vez después de Paraguay y Bolivia, sea la selección de primera línea del continente que más se ha estancado en los últimos años y que el prestigio que se ganó con esfuerzo, hambre, táctica y pasión durante 25 años, se haya ido dilapidando en los últimos seis. 

No obstante, Lozano sabía todo este contexto y, no solo asumió el rol, sino que estuvo de acuerdo con la opinión de los directivos de que él era el indicado para revertir el camino de la selección de cara a esta paupérrima Copa América. Por lo visto en trabajo de cancha y en la toma de otras decisiones, queda la impresión de que México ha perdido dos años desde la eliminación de Catar. 

Para fortuna de Lozano, el entrenador fue ratificado el mismo lunes tras la derrota por el director de Selecciones Nacionales, Duilio Davino, quien dejó claro que será el ‘Jimmy’ quien dirija a México en la Copa del Mundo de 2026. Una decisión que enfureció a la prensa mexicana en general y al grueso de aficionados que esperaban una mejor gestión de los recursos futbolísticos, limitados o no, que había en la convocatoria. 

Con tremendo espaldarazo en un momento bajo, Lozano tiene ante sí la oportunidad más grande de su vida. Para aprovecharla, deberá aprender las lecciones dolorosas que le ha dejado el fracaso de Copa América y entender que, de vez en cuando y en ciertas situaciones, sobra la calma de sus formas y su empeño en tener contentos a unos futbolistas que, en su gran mayoría, están cómodos en su cara zona de confort. 

Edson Álvarez, el capitán de la selección y jugador del West Ham, se lesionó en el primer partido de Copa América frente a Jamaica, pero decidió quedarse para acompañar al grupo. El domingo por la noche, tras la eliminación frente a Ecuador, Edson bajó al campo de juego y vio ese círculo fraterno de cabezas agachadas y se internó en él, justo al lado de Lozano, a quien interrumpió y comenzó a hablar fuerte, moviendo sus manos y mostrando un poco de la sangre caliente que en ese momento sentía todo un país y los demás jugadores comenzaron a levantar la cabeza. 

Sí, México necesita una reconstrucción total en sus estructuras afuera de la cancha. Pero para todo lo que pase dentro de ese cuadrito verde que moviliza a más de 120 millones de mexicanos, en estos momentos los mimos y los apapachos no tienen cabida. Lozano tendrá que entender que hace falta mucha sangre caliente para armar un cuadro competitivo que llegue bien al próximo Mundial. Al menos ya tiene un capitán que lo entiende.