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Héctor Herrera: El ocaso del crack de la frontera

Francisco Espinosa García
Héctor Herrera
Héctor Herrera Photo by Reginald Mathalone / NurPhoto / NurPhoto via AFP
El futbolista mexicano, uno de los mejores en la historia del país, abandona la MLS por la puerta de atrás tras un vergonzoso episodio contra un árbitro. Sin equipo, Héctor Herrera se acerca al final de una carrera envidiable que fue edificando paso a paso, a pesar de todo.

En una tarde de 2010, Héctor Herrera sintió todo el peso abrumador de su precaria vida. A sus 19 años, aquel tijuanense que había apostado todo por ser futbolista profesional estaba lejos de debutar en Primera División, deambulaba en una filial de segunda división desolada, no tenía sueldo y acababa de enterarse que iba a ser papá.

Cinco años antes, consciente de sus actitudes y lejos de querer formar parte de la comunidad amante del surf en las playas de su natal Rosarito, Héctor se fue de su casa para irse a Ciudad de México con la firme intención de convertirse en el jugador profesional que sabía que podía ser.

No obstante, aunque durante cinco años les puso buena cara a los días en los que probaba bocado una vez al día, a las noches de sofás compartidos con amigos y a los techos débiles de lámina para poder cumplir el más grande sueño de su vida, esa tarde en el somnoliento y ensangrentado estado de Tamaulipas en el que se enteró que iba a ser padre, todo su pundonor casi se esfuma por completo.

El sueño que tardó en hacerse realidad 

Después de deambular por dos terceras divisiones intrascendentes, Héctor fue captado por la poderosa maquinaria juvenil del Club de Fútbol Pachuca. Y, aunque su talento se notaba –casi siempre a cuentagotas—, poco a poco comenzó a perder impulso en su camino a consagrarse como el futbolista que anhelaba ser.

Por eso, cuando el club le informó que tenía que presentarse con el Tampico Madero de Tamaulipas, un estado del norte de México que colinda con el Golfo y que desde hace 20 años vive en constantes episodios violentos producidos por el narcotráfico, Héctor tuvo claro que se trataba de un retroceso.

Porque si bien algunas segundas divisiones funcionan como un laboratorio para desarrollar juveniles de equipos de la Primera División de México, en el caso de Pachuca no era así. Los Tuzos tenían –y siguen teniendo— una maquinaria tan eficiente y productiva en sus divisiones inferiores, que la filiar de Tampico Madero funciona como una especie de exilio para ir dejando partir a jóvenes jugadores que no lograron cumplir con las expectativas.

En medio de ese contexto que le provocaba dudas existenciales, y sin planearlo, Héctor supo que iba a ser papá y supo que su vida tenía que cambiar porque el sueño de ser futbolista ya no era la máxima prioridad en su cabeza. Pero, luego de superar el shock de la noticia, mientras sopesaba si lo dejaba todo para cruzar la frontera como ilegal y alcanzar a su padre que ya trabajaba en el sector de la construcción de Estados Unidos, Héctor miró a su mujer y encontró la mirada que buscaba. Fue entonces cuando se puso un plazo a mediano plazo: si no lograba debutar en Primera, sin importar cuanto lo deseara, se iba a poner a buscar un trabajo con el que pudiera mantener a su recién formada familia.

Al mismo tiempo que el joven tijuanense trataba de encontrarle un nuevo sentido a su familia en una pequeña y pobre casa en Tamaulipas, el Pachuca contrataba a Efraín Flores como entrenador.

Con la necesidad de sacarle provecho a las constantes promesas que el club producía, los dueños del Pachuca le entregaron las riendas de todo a ese entrenador zacatecano que ya había tenido éxito en la presión constante de Chivas y en su paso interino con la selección. Al final, Flores estaría sólo un año al frente de los tuzos, pero esos 12 meses bastaron para entregarle al fútbol nacional un jugador exquisito de esos que no suelen nacer en el país.

La consolidación en honor a Juan Román Riquelme

Héctor Herrera siempre quiso jugar como Riquelme, el que para muchos es el mejor futbolista en la gloriosa historia de Boca Juniors, y a quien adoptó en su cabeza para siempre desde aquella madrugada mexicana en la que se levantó y vio al 10 Xeneize alzar la Copa Intercontinental frente al Real Madrid de los Galácticos.

Esa madrugada en la que Román cautivó al mundo por su forma de entender el juego y en la que escondió la pelota debajo de las suelas de sus zapatos desde el minuto 70 del partido en aquella cancha del Estadio Nacional de Tokio, Japón, para preservar la ventaja de Boca de un solo gol, fue causante de que Héctor deseara con tanto fervor ser futbolista y que por ende estuviera presente el día en el que Efraín Flores observó a los juveniles de esa segunda división olvidaba para ver si podía encontrar a alguien que pudiera aportar algo distinto a un alicaído Pachuca.

El entrenador mexicano quedó cautivado al ver jugar a Héctor y, mientras se preguntaba como demonios estaba arrinconado en Tamaulipas, comenzó a idear su equipo desde su visión de juego y pegada exquisita. Héctor debutaría en Primera tres meses antes de cumplir 21 años y su impacto fue inmediato. 

A los dos años de haber debutado, con una medalla de Oro olímpica en su palmarés personal, Héctor se convirtió en el jugador mexicano más caro –en aquel momento— al fichar por poco más de 10 millones de dólares con el Porto. En el gigante de Portugal, el tijuanense encontraría el lugar ideal para desarrollar su talento. En las seis temporadas con el club ganó dos supercopas domésticas y un campeonato de liga. Pero, sobre todo, se convirtió un referente del equipo en el que terminó siendo capitán y su partida fue un homenaje con una grada llena que coreaba su nombre.

Con ganas de salir de una zona de confort que había construido y disfrutada a base de todo su esfuerzo, Héctor llegó en 2019 al Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone. El Cholo, afamado por saber exprimir a sus futbolistas y hacerlos rendir al máximo, encontró al principio a un mexicano dubitativo que a sus 29 años ya empezaba a ser coqueteado mucho más en serio por la idea de volver a México o de aventurarse en la MLS de Estados Unidos.

Y aunque costó convencerlo, para cuando Héctor encontró una buena forma de juego en su tercera temporada en Madrid y el ‘Cholo’ quiso renovarle su contrato, el mexicano ya había firmado para convertirse en jugador franquicia del Houston Dynamo texano. Tras ocho años en la élite, tiempo en el que disputó dos mundiales y se convirtió en uno de los mejores futbolistas en la historia del fútbol mexicano, Héctor optó por un semiretiro en Estados Unidos.

Un episodio vergonzoso y el posible ocaso

No obstante, a pesar de que visiblemente sus mejores años habían quedado atrás, Héctor fue parte de la selección mexicana en Catar 2022, donde vio cómo llegó a su fin la época dorada y más gloriosa del Tri, gracias en parte al talento que él aportó siendo un mediocampista todoterreno.

No obstante, a pesar de que su palmarés habla de consolidación europea y que en Porto es un ídolo inolvidable, en la memoria mexicana siempre quedará la duda qué hubiera pasado si a sus condiciones como jugador le hubiera agregado una mentalidad distinta que lo hubiera catapultado a los grandes clubes europeos.

Verlo jugar en Estados Unidos fue el paso natural que un país sabía que iba a dar, millones de dólares de por medio, pero no así su rápido declive futbolístico. Entre tantas lesiones, un escupitajo lanzado a la dirección del arbitro tras ser amonestado provocó la expulsión de un partido determinante en los playoffs, pero también del equipo. En tierra de simbolismos, escupir a una autoridad fue suficiente para rescindir su contrato y darle una escueta despedida en redes sociales. 

Así, luego de 13 años como profesional, Héctor comienza a preguntarse los próximos pasos a seguir en una vida plena que construyó desde el anhelo, el esfuerzo, y desde las ganas de ser lo que siempre quiso ser.

Mientras se pronostica en cuál equipo jugará en México y si podrá hacerlo en Pachuca para retirarse, tal como lo prometió hace años, atrás queda el recuerdo grandilocuente de un crack que supo comandar a la selección, consolidarse en Portugal y conquistar al exigente Cholo Simeone. Nada mal para aquel joven inexperto que supo que iba ser padre en medio de la precariedad y decidió redoblar la apuesta por el sueño más grande de su vida.