Otros 8.000 escoceses sin entrada inundaron las calles de Madrid desde los días previos al encuentro. Sus cánticos se escucharon en los aledaños e incluso en los medios de transporte que llevaban al coliseo blanco.
Una forma de entender el fútbol y la vida muy particular. Sabiendo que todo estaba perdido, no dudaron en seguir a su equipo hasta la capital de España para guardarle la espalda a los jugadores que les han hecho disfrutar de la Champions por primera vez desde 2016.
Más de 2.500 confirmados pudieron presenciar el partido en vivo. Muchos otros mantuvieron la ilusión hasta el último momento y consiguieron una entrada en las proximidades del estadio para despedirse de la competición cerca de sus ídolos.
El ambiente que crearon fue espectacular. Desde que sonó el himno del torneo se desgañitaron para sonar sobre el público merengue. Una noche memorable para los hinchas del Celtic.