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México y los Juegos Paralímpicos: inspiración desde la adversidad

Arnulfo Castorena, emocionado con su medalla de oro de los Juegos Paralímpicos
Arnulfo Castorena, emocionado con su medalla de oro de los Juegos ParalímpicosSean M. Haffey / GETTY IMAGES EUROPE / Getty Images via AFP
Cuando la pandemia del covid-19 explotó en territorio mexicano, las autoridades tuvieron dificultades para que la población pudiera entender que la mejor solución para erradicar al virus no era tomar alguna medicina o un remedio casero, a falta de una vacuna disponible, sino que sólo bastaba con quedarse en casa. 

En un país en el que la gran mayoría de los ciudadanos depende y comercia desde la informalidad, sin acceso a prestaciones públicas y dependientes de lo que puedan obtener todos los días para llevar comida a sus casas, la orden de mantenerse encerrados simplemente no era una opción. 

Así, en medio de ineficientes autoridades de salud que se vieron rebasadas por el virus que causó miles de muertos, muchos mexicanos tuvieron que seguir desde el empuje para subsistir ante una adversidad provocada por una amenaza invisible que, de a poco, fue controlándose mientras las vacunas llegaban a territorio nacional muy a cuentagotas. 

Juegos Paralímpicos: identidad y resiliencia 

Ese impulso mexicano ante la adversidad se ha intensificado de sobremanera en varios episodios deportivos. En la memoria colectiva hay recuerdos de selecciones nacionales triunfando como David ante un poderoso Goliat. Los hay en fútbol, básquetbol y béisbol, entre otros. Pero, sin duda, ningún otro escenario lo ha venerado tanto como los Juegos Paralímpicos. 

Existe una razón lógica para entender por qué a México le va mucho mejor en los Paralímpicos que en los Olímpicos: hay muchas más categorías en las disciplinas dependiendo del grado de discapacidad motora, visual o intelectual de los atletas, mismo que es revisado y avalado por un panel de expertos. 

No obstante, para la sociedad mexicana también hay un factor psicológico y de idiosincrasia que sale a flote en esta justa veraniega. Y aunque todavía hace falta mucho por hacer para que el 16.5% de la población del país que padece alguna discapacidad –según datos del Instituto Nacional de Geografía— se sienta integrado por completo a la dinámica social, las historias que el país atestigua en los paralímpicos adquieren una relevancia enternecedora que hace sentir orgulloso a cualquiera; y París 2024 no ha sido la excepción. 

Hasta esté sábado 7 de septiembre, a un día para la ceremonia de la justa, México ha conseguido 16 preseas en atletismo, natación y taekwondo. En cada una de esas preseas, y en realidad en cada uno de los participantes, hay una historia de lucha, adaptabilidad y resiliencia que le han vuelto a recordar al mexicano, como cada cuatro años, que existen personas extraordinarias nacidas en ese suelo tequilero y desgastado por vaivenes políticos y desgarradores episodios de violencia. 

Entre esas 16 medallas, hay tres oros con nombres y apellidos propios que han cautivado a la población por lo hecho durante sus competencias, si no por el bagaje cultural y de esfuerzo que cada uno de ellos ha tenido que generar en su vida llena de constantes tropiezos rutinarios. 

Tres oros e historias para el recuerdo

Arnulfo Castorena –oro en natación en los 50 metros pecho—, Gloria Garza –oro en lanzamiento de bala F54— y Juan Pablo Cervantes –oro en atletismo adaptado 100 metros T54— hicieron sonar el himno mexicano mientras todo un país lloraba de emoción ante sus proezas y luego volvía a soltar el llanto cuando sus historias salían a la luz. 

Castorena refrendó en suelo francés el título conseguido en Tokio 2020, cuando el mundo estaba inmerso todavía en regulaciones para mitigar el virus. A sus 46 años, el mexicano oriundo de Guadalajara, Jalisco, ya tiene en su carrera siete preseas. Y aunque el trayecto deportivo de el ‘Tritón’ es increíble, su vida lo es mucho más. 

El atleta mexicano no conoció a sus padres: su madre murió al no sobrevivir al parto y su papá decidió abandonarlo cuando un doctor le notificó que su hijo había nacido con malformaciones en piernas y un brazo. Castorena, como tantos otros niños mexicanos, fue criado por su abuela, la señora Todosia, hasta que ingresó a un programa de rehabilitación en la Ciudad de México. 

En la capital del país, el pequeño quedó bajo resguardo de un internado de monjas, y en especial de Sor Chiva, una madre apasionada del Club Deportivo Guadalajara que se entregó en cuerpo y alma, no sólo para cuidarlo, sino para acercarlo al agua y ponerlo a nadar. 

Sin embargo, y aunque Arnulfo encontró en el agua su lugar en el mundo, tuvo que volver a su tierra con 12 años por la muerte de su abuela. Allí, en ese panorama de desolación, conoció la adversidad y la carencia llena de drogadicción y desesperanza. Tras subsistir vendiendo hasta chicles en la calle, un día un funcionario del Consejo Estatal del Deporte lo invitó a un programa de alto rendimiento y desde entonces se convirtió, a sus 18 años, en un atleta en el deporte adaptado. Ese esfuerzo lo ha hecho acreedor de ser medallista en cuatro justas paralímpicas y ahora aspira llegar a Los Ángeles 2028. 

Es padre de dos hijas y su esposa es su auxiliar técnica. 

Al igual que Castorena, Gloria Garza adoptó el mantra de que "lo que no te mata te hace más fuerte" para abrirse camino en la vida. La mujer de 40 años nacida en el Estado de México creció en un ambiente hostil y lleno de carencias, en medio de diversos problemas de salud. 

Una discapacidad de nacimiento, derivada de las secuelas de la poliomelitis, fue el rasgo que la definió durante gran parte de su vida, y con el que tuvo que adaptarse a un ambiente que no estaba listo para aceptarla. Sin salir mucho de casa y asistiendo a una escuela especial, Garza pudo salir adelante, aunque algo faltaba para sentirse completamente plena. 

Fue hasta los 28 años, cuando su esposo la animó a acompañarlo mientras se ejercitaba. Así, mientras él corría, ella rodaba en su silla de ruedas. En uno de esos días, la pareja encontró un centro paralímpico. Sin imaginar cómo iba a cambiar su vida, Garza entró al recinto y se entregó por completo. 

Desde entonces, con disciplina y esfuerzo, Garza se ha convertido en una atleta del deporte adaptado que inspira a propios extraños. Con una medalla de plata ganada en Tokio 2020, la mexicana llegó a París con la consigna de ir más allá y lo consiguió. Sus lágrimas de emoción al sentir el rugido de la gente, mientras sonaba el himno nacional, ya son parte de su legado. 

En ese mismo Stade de France que vio coronarse a Garza, Juan Pablo Cervantes provocó algarabía nacional en una silla de ruedas, un artefacto que durante gran parte de su vida le provocó repulsión. 

Nacido en el Estado de México hace 34 años, Cervantes fue diagnosticado con artrogriposis múltiple congénita, por lo que sus piernas no se desarrollaron. Sin embargo, a pesar de este doloroso impedimento, el mexicano encontró en sus familiares y amigos el impulso para nunca doblegarse. 

Su ímpetu fue tal que desde muy pequeño rechazó el tener que utilizar silla de ruedas, prefiriendo estar en el piso arrastrándose o con una patineta mientras jugaba básquetbol o cualquier otra actividad deportiva. 

Sin embargo, Cervantes no imaginaba que ese aparato del que no quería saber nada le iba a dar las mayores satisfacciones de su vida. Tras una tumultuosa adolescencia, una conocida de su familia, al ver su espíritu competitivo para los deportes, lo invitó a probar disciplinas paralímpicas. 

Casi de inmediato ingresó a la formación de atletismo y descubrió su potencial para las pruebas de velocidad. Tenía 15 años cuando debutó en una competencia oficial y, tras una experiencia de aprendizaje en Londres 2012, el mexicano se colgó una medalla en Tokio. Pero, impulsado por siempre querer más, París se convirtió en el objetivo más grande de su vida. El oro conseguido y el récord de América con 13.74 segundos, fueron la recompensa a su espíritu lleno de ganas de competir. 

Como casi siempre, México cerrará su participación en Juegos Paralímpicos con preseas y sueños cumplidos. Pero, sobre todo, con un mensaje claro para una sociedad diversa y caótica que todos los días lucha en distintas partes del país para salir adelante: la adversidad no tiene que ser un obstáculo, también puede ser el más grande combustible.