Cuando Carlos Alcaraz está inspirado y sonríe, el espectador se divierte. Y da igual que la superficie sea pista dura, tierra batida o hierba. Aunque sólo tiene 20 años, ya hay infinidad de pruebas sobre esta cuestión; basta con recordar que se proclamó campeón de Roland Garros en mayo, por lo que ninguna se le resiste a estas alturas. El rival de la segunda ronda de Wimbledon, Aleksandar Vukic, no parecía tener muchas opciones de inquietar al defensor del título, aunque le puso empeño.
La rotura de servicio cuando el marcador era de 3-2 allanaba el camino, si bien la insistencia del contrario hizo que el público disfrutara más si cabe en el tramo inicial. No se esperaba que hubiera una reacción como la que protagonizó el australiano, quien por momentos desdibujó la sonrisa del murciano, incapaz de mantener el servicio en dos ocasiones consecutivas. Es más, Vukic llegó a servir para ganar esa manga, que finalmente se resolvió en el tiebreak (7-6/7-5).
El bueno de Alcaraz había dejado atrás el susto y pudo competir con más soltura a partir de entonces. Pese a esos momentos de tensión, se mantuvo sólido y respondió cuando más falta hacía. Incluso en esos momentos en los que la fortuna se situaba del lado del jugador de Oceanía, como en una acción que tuvo visos de ser trascendental y que quedó en anécdota por el resultado final. Todo lo que ocurrió a partir del arranque del segundo tramo fue muy diferente.
Superado el bache, el número tres del mundo se mostró en una escalón inalcanzable para Aleksandar. No hubo apenas partido porque Carlitos se concentró y optó por resolver la papeleta sin sufrir más sobresaltos. También ayudó el hecho de que al otro lado de la pista había un tenista herido, ya sin la energía del principio. El doble 6-2 certificó la victoria, lo que se traduce en el billete a la siguiente ronda, en la cual se enfrentará a Frances Tiafoe.