Un bronce y tres mujeres históricas: la primera medalla para México en París 2024
México —una potencia mundial en la disciplina— definió a sus dos equipos, masculino y femenino, al ser el único país del continente americano que había logrado clasificar a ambas ramas para París 2024, emulando lo que había conseguido en Munich 1972 y Londres 2012.
El equipo femenino quedó conformado por Alejandra Valencia, Ana Paula Vázquez y Ángela Ruiz, tres mujeres del norte de México que llegaron a Francia con un camino recorrido y lleno de lucha en cada una de sus flechas, con las que consiguieron una histórica medalla de bronce como equipo, la primera presea de México en esta modalidad.
El duelo del pasado domingo por esa medalla de bronce frente a Países Bajos quedó como un simbolismo al esfuerzo que cada una de ellas había hecho a lo largo de su vida. La radiografía de las últimas tres flechas del equipo —una por cada una de ellas— es el pretexto perfecto para contar sus historias y el legado que le han dejado a todo un país que vibró a su lado.
Alejandra Valencia
Elizabeth Trujillo nunca olvidará cuando un profesor de educación física se le acercó para decirle que su hija tenía muchas aptitudes para el atletismo. Alejandra nació el 17 de octubre de 1994 en Sonora y para ser atleta, tal como lo predijo aquel maestro, que le recomendó a Trujillo llevarla al Centro de Usos Múltiples en el municipio de Hermosillo, donde la pequeña descubrió varias disciplinas deportivas.
Una a una, Alejandra fue divirtiéndose en cada uno de los deportes disponibles, mientras trataba de descifrar cuál era el que más la hacía feliz. Y aunque la natación y el ciclismo le apasionaron al instante, fue el momento en el que tomó el arco el que definió su vida y no lo soltó jamás. Tenía 9 años.
A partir de entonces su carrera crecería de manera tan metafórica que su padre, Francisco Ramón Valencia, se iba a tener que acostumbrar a controlar sus nervios al verla competir e incluso a tener que tomar medicamento para su corazón.
Valencia y Trujillo atestiguaron con orgullo ver a su hija convertirse en una de las mejores arqueras del mundo y en una leyenda latinoamericana premiada en panamericanos y campeonatos mundiales con el correr de los años.
Con esa experiencia construida en sus 29 años cumplidos y con un bronce ganado en equipo mixto durante Tokio 2020, Alejandra disparó la primera de las últimas tres flechas con el marcador 52 a 27 a favor de Países Bajos y con la posibilidad de colocar a México a las puertas de una presea.
Cuando la cámara la enfocó, y justo cuando estiró la cuerda antes de disparar su flecha, el ritmo cardiaco de la sonorense se relajó, como cuando tomó el arco por primera vez en su vida. Su flecha salió disparada hasta esa diana, ubicada a 70 metros de distancia, y quedó incrustada en el centro para sumar 10 puntos, al mismo tiempo que Francisco se tomaba su pastilla para el corazón en medio del júbilo de una grada llena de banderas mexicanas.
Ángela Ruiz
A finales de 2005, Olga Rosales supo que iba a ser mamá otra vez y se lo contó a su marido, Marvin Ruiz. A los pocas semanas, los dos, oriundos de Saltillo, Coahuila, supieron que iban a ser padres de mellizos.
Aquel 28 de julio de 2006, Ruiz vio a su esposa en labores de parto y a la pequeña Angela saliendo del vientre de Olga, como empujando a su hermano Braulio para que la dejara salir antes que él.
Ruiz recordaría esa imagen varias veces en su vida al ver la perseverancia de su hija mientras iba creciendo y, sobre todo, a los cuatro años, cuando la niña descubrió la gimnasia artística y se entregó por completo a esa disciplina, mientras sus entrenadores le avisaban a su familia que estaban ante un talento atlético innato.
Por eso, luego de varios años de lesiones y con el riesgo de empeorar su físico de manera permanente, a Ruiz y Rosales no les sorprendió ver la entereza con la que la pequeña superó el dolor al despedirse de su primera pasión para buscar otra actividad deportiva en la que pudiera desarrollarse.
Valorada por sus entrenadores, quienes sabían que iba a destacar en cualquier deporte que se propusiera, le recomendaron intentar con el tiro con arco. Desde la primera flecha, Ángela quedó enganchada con esa actividad que le pareció emocionante y que le exigía estar bien entrenada física y mentalmente.
Su talento es tal que a penas hace tres años decidió dedicarse por tiempo completo al tiro con arco. En su primera Olimpiada Nacional dejó clara su capacidad y logró ganarse un lugar en el Mundial Juvenil de la especialidad, con tan solo 15 años cumplidos.
Dos años después, Ángela conformaría la selección nacional mayor. Su carrera tomaría un impulso definitivo a la élite en 2023 con dos preseas definitorias: oro en la Copa del Mundo y bronce en el Campeonato Mundial de Berlín. Medallas que le dieron un lugar en el selectivo final del equipo mexicano que superó sin problemas.
El domingo pasado, en el día de su cumpleaños 18, Ángela tomó su turno tras la flecha de Alejandra Valencia que acercaba a México en el marcador -37 a 52-. En la grada estaban Olga y Marvin, quienes por primera vez podían presenciar en vivo una competencia de su hija y, aunque habían podido contener sus emociones hasta ese momento, verla poner su flecha en el arco, estirar la cuerda y plantarse para disparar, los hizo gritar con emoción porque ninguno de los dos dudaba de lo que iba a pasar. La niña que empujó a su mellizo con perseverancia para salir primero del vientre de su madre puso la flecha en el centro, dejando a México a las puertas de una medalla con tan solo cinco puntos de desventaja.
Ana Paula Vázquez
Laura Olivia Flores asegura que le heredó a su hija su carácter férreo y lo mal hablada, aunque hasta la fecha le sorprende que, cuando da alguna entrevista, nunca se le sale alguna de las groserías que le aprendió a ella desde que era pequeña.
Fue Laura Olivia quien también le enseñó que a la vida había que entrarle de frente y, desde muy temprana edad, le advirtió que no le gustaban las niñas chillonas. Si quería algo, le dijo, tenía que trabajar por ello.
Oriunda de Ramos Arizpe, Coahuila, municipio en el que Ana Paula nació el 5 de octubre de 2000, era normal que la familia asistiera cada año a la feria del pueblo de Saltillo. Un día de esa festividad, con 12 años cumplidos, Ana Paula se acercó, junto a su gemelo Emilio y su otro hermano Diego, a un juego de tiro con escopeta en los que había que derribar figuras de plomo con balines para ganarse premios. Cuando llegó su turno, la pequeña tiró las figuras necesarias para ganarse el muñeco de peluche grande que quería.
Ese momento, justo cuando Ana Paula había decidido abandonar el fútbol americano en el que la golpeaban mucho por sobresalir, fue determinante para Laura Olivia, quien le dijo a su hija que la iba a llevar a calarse en el tiro con arco. “Tienes tino”, le aseguró.
A la tercer clase en la escuela de tiro con arco de Coahuila, el entrenador le dijo a Laura Olivia que su hija tenía bastante fuerza y talento, por lo que le recomendaba a la familia tomarse en serio una carrera en ese deporte y hacer el esfuerzo de comprar un arco, aunque fuera viejo porque eran caros, para que pudiera competir por un lugar en la Olimpiada Nacional.
Con mucho esfuerzo Laura Olivia y su marido Hugo Vázquez lograron comprar un arco compuesto usado de color morado en 6,500 pesos (unos 350 dólares), con el que Ana Paula ganó todas las medallas en su primera competencia.
Sin embargo, impulsada por el carácter de su madre de siempre querer más y no conformarse, Ana Paula sabía que tenía que mudarse al arco recurvo, un artefacto de mucha más complejidad y el único que le podía dar vida a su sueño de competir en unos Juegos Olímpicos.
En 2014, a pesar de los consejos de sus padres para que recapacitara, Ana Paula se entregó al arco recurvo y, luego de varios episodios de frustración, la coahuilense ganó otra Olimpiada Nacional.
Ese carácter fue clave en su ascenso estelar en el equipo mexicano de tiro con arco con el que ha figurado regionalmente pero también en dos episodios recientes que pusieron a prueba su templanza: un duro revés en primera ronda en Tokio 2020 y, sobre todo, una lesión en el hombro durante 2022 que puso en duda su participación en París.
No obstante, a pesar de estar casi un año sin tocar un arco tras operarse, Ana Paula logró su lugar en el selectivo nacional y, cuando tocó su turno de disparar el pasado domingo, supo que todos los sacrificios y las decisiones que había tomado en su vida la habían conducido a ese momento.
México necesitaba tan solo un cinco para ganar la medalla de bronce, pero Ana Paula, la hija de Laura Olivia, nunca se ha conformado con poco. Su flecha dio en el centro de la diana para sumar el tercer 10 consecutivo y poner para siempre su nombre, junto al de sus compañeras, en la historia del deporte mexicano.